El siglo de las luces, del racionalismo, el siglo XVIII, es también llamado "siglo de Voltaire". Voltaire es arquetipo del librepensamiento, de la actitud crítica y sarcástica. Estas condiciones se reflejan en Cándido o el optimismo, la célebre novela donde el pensador francés se opone a la Divina providencia y a la concepción, formulada inicialmente por Leibniz, de que éste es el mejor de los mundos posibles. A continuación sigue un agudo y claro texto de Enrique Suárez Retuerta cuya web ( http://www.telecable.es/personales/eretuerta/ ) recomendamos, nos abre las puertas a los pliegues más esenciales de la notable novela volteriana. 

 

CÁNDIDO O EL OPTIMISMO

A propósito de Voltaire

Por Enrique Suárez Retuerta 

 

1.  EL AUTOR Y SU TIEMPO:

François Marie Arouet, conocido universalmente por el seudónimo de Voltaire, nació en París el 21 de noviembre  de 1694, y resultó tan enclenque, que ni los más optimistas esperaban que sobreviviera, pero logró vivir (tal vez fue la primera vez que este autor sorprendió al mundo pero desde luego no fue la última), y así fustigar con su verbo punzante a muchos de sus contemporáneos poderosos, elevando el rango de la libertad humana más allá de las palabras. Voltaire, fue sin duda uno de los grandes promotores de la Revolución Francesa.

Su padre era un adinerado notario que trató de determinar desde un principio el destino de su hijo, que habría de estudiar leyes. Con esta finalidad y a la edad de diez años, Voltaire ingresa en el colegio jesuita de Luís el Grande de París, en el que permanece hasta los diecisiete años, y en el que recibió una sólida formación humanística, imbuida de un talante liberal y una disposición hacia el gusto por el teatro y otras habilidades literarias. Sale de él en 1711para estudiar leyes y en 1714 ya practica la abogacía en  el bufete de "Maître Alain".

De esta época se refieren historias sobre una vida licenciosa, con diversas damas  y algún clérigo de no buena fama, lo que hace que su padre quiera "deportarlo" a América, lo que al final no se realizó. La vida de Voltaire se llena de excursiones a los castillos y a los banquetes, formando parte de la esplendorosa vida parisina de la época y recibiendo en sus andanzas la protección de Mme. de Prie.

Posteriormente, Voltaire merodea por sociedades aristocráticas y cultas del París de la época (como la Sociedad del Templo),  lo que resulta inaceptable para su progenitor, que decide enviarlo a Holanda con el objetivo de apartarlo de las veleidades libertinas de la capital francesa. Allí se enamora de una joven protestante, lo que hace que su padre decida su regreso  a París.

Voltaire escribe con aguijones, vapulea a la sociedad de su tiempo con su prosa libérrima, y en este tiempo, aparecen dos trabajos ofensivos  en forma de libelos (Puerto Regnanto y J'ai vu).

Alguien decide atribuírselos a François Marie,  lo que le conduce en 1716 a La Bastilla. Permanece encarcelado  durante once meses, tiempo que aprovecha nuestro personaje para esbozar dos de sus grandes trabajos, Edipo, basado en  la tragedia de Sófocles publicada en 1718 y que le conduce a la fama, y L´ Henriade, dedicado a celebrar la épica historia de Enrique IV de Francia y que vera la luz en su forma definitiva en 1723.

El impacto que causa en la sociedad aristocrática parisina la aparición de su Edipo es considerable, lo que concita las iras de algún enemigo como el caballero de Rohan que lo insulta públicamente y Voltaire le responde retándolo a un duelo. Dos semanas en La Bastilla es la consecuencia de su acción. Tras su liberación decide exilarse en Londres.

Entre 1726 y 1729, el autor conoce la lengua inglesa y algunos autores vivos relevantes como Swift,  Thomson y su rival racional Alexander Pope. Pero también se adentra en la literatura inglesa a través de Shakespeare,  Bacon, Milton, Newton, y Locke. Traduce al inglés L' Henriade, una elocuente defensa de la tolerancia religiosa que dedica a la reina.

Durante este tiempo, aprovecha la estancia en Inglaterra para conocer a fondo la cultura y el sistema político inglés que admira y quiere transmitir a la sociedad francesa de su tiempo. Regresa a Francia en 1729. Tras su regreso a Francia, en 1734 publica sus Cartas Filosóficas, en las que manifiesta su fe en el progreso artístico y científico como fórmula para lograr la felicidad humana.

Su ataque despiadado a instituciones (gobierno, iglesia) y a algunos de sus contemporáneos provoca su persecución con la finalidad de encarcelarlo de nuevo. Elude a la justicia, refugiándose en la mansión de Emile de Breteuil,  Marquesa de Châtelet, en Cirey, donde pasa con alguna interrupción los siguientes dieciséis años.

Este es un periodo de gran producción literaria, del que proviene su Essai sur les moeurs, (que será publicado en 1756 como una historia universal),  algunos  poemas y otros escritos.

Hacia 1743, Voltaire busca el favor de la corte, lo que consigue con la publicación de su Poema de Fontenay,  lo que le convierte en historiador oficial. En 1746 es elegido miembro de la Academia Francesa.

 Tras la muerte de su protectora, la marquesa de Châtelet, decide aceptar una invitación de Federico II de Prusia (conocido como "el grande") y se dirige a Berlín en 1750,  la amistad entre Voltaire y su protector es tormentosa y a los tres años se ve obligado a huir de Franckfurt donde se ha emitido orden de arresto contra él, eligiendo Ginebra como destino.

En esta ocasión disfruta de una posición acomodada que le permite adquirir dos residencias, un castillo cerca de Ginebra y una casa en Monrion, lleva una existencia relajada y realiza algunos viajes; durante este tiempo escribe su obra histórica más conocida, Essai sur l'historie generale et sur le moeurs et l'esprit des nations (Ensayo sobre la historia general y las costumbres y el carácter de las naciones), que publica en 1756. También elabora el borrador de Cándido, que verá la luz en 1759.

Finalmente,  en 1758 adquiere el señorío de Tournay y más tarde el de Ferney, donde pasará los siguientes veinte años de forma casi ininterrumpida. Se convierte en patriarca de este territorio que visitan numerosos personajes de toda Europa.

A esta época pertenecen sus obras Tratado sobre la tolerancia (1763) en el que defiende la figura de John Calais, víctima de la persecución religiosa y El ingénuo (1767).

En 1778 regresa a su París natal, donde recibe un apoteósico homenaje de sus admiradores y seguidores, falleciendo dos meses después, el 30 de mayo, a la edad de 84 años. En 1790, un año después de la Revolución, sus restos son inhumados en el Panteón de personajes ilustres.

2.   LA OBRA: EL MEJOR DE LOS MUNDOS POSIBLES.

EL OPTIMISMO COMO ACUSADO:

¿Qué es el optimismo?: 

Cuando Leibniz publica su Discurso de Metafísica en 1686, establece el papel de un creador benevolente. Considera que el Universo esta formado por unos elementos que denomina "mónadas", y que éstas permanecen unidas en una compleja cadena de causas y efectos por el divino creador, con la finalidad de proporcionar una armonía universal.

Considerando que la divina providencia es omnisciente y omnipotente, se deduce por lógica o al menos se supone, que habrá creado "el mejor de los mundos posibles". Todo lo que ocurre en el Universo forma parte de éste gran plan armónico, que recuerda a Pitágoras y su música. Pero, además,  el filósofo alemán considera en su Teodicea (este argumento se refiere a la justificación de Dios ante la existencia del mal en el mundo), que el mal tiende a desaparecer de este mundo,  a desvanecerse, a desaparecer; esto irrita a Voltaire que lo percibe  todos los días a su alrededor.

El optimismo filosófico también tiene otros representantes, como Alexander Pope, que en su Essay on man (1733), promulga su doctrina del "todo va bien", y así lo canta en loor de Dios 

"Toda la Naturaleza es Arte, aunque tu no lo entiendas,

el Azar es una dirección que tu no logras ver;

la Discordia, la Armonía no comprendida;

todo Mal parcial, Bien universal:

Y, a pesar del Orgullo, a pesar de los errores de la Razón,

Sólo hay una verdad clara: <<Todo lo que existe es bueno>>".

Voltaire se rebela contra el optimismo, contra la perspectiva positiva, se opone al destino, a la intervención permanente de la Divina Providencia, por que su razón no se lo permite; conoce la realidad humana, su propia realidad tal vez, y no comprende como los demás permanecen  en su candidez, en su embotamiento crédulo.

Voltaire reconoce la existencia del mal, lo percibe y considera que la razón no sólo es insuficiente para explicarlo, sino también para suprimirlo, si no se usa correctamente. Trata de explicar los errores de la razón cuando esta se olvida de la realidad.

En 1755 publica su Poème sur le désastre de Lisbonne, horrorizado por la masacre de la Madre Naturaleza en la capital portuguesa.

Entre sus compatriotas tampoco encuentra respuesta, les philosophes, D´Alambert, Diderot están demasiado ocupados en la distinción del bien y del mal, como para ocuparse de la existencia misma, de la vida cotidiana, de lo posible.

El bueno de Rousseau, con su parábola del buen salvaje como respaldo, si responde y construye su Discours sur l' inégalité y Lettres sur la Providence, en los que considera al hombre fuente de sus propios males morales. El problema no es el mal, sino la vida misma;  además, la existencia de Dios lo justifica todo, pues una promesa de inmortalidad quita toda importancia a la vida terrenal. La Divina Providencia no tiene, por tanto, ninguna culpa de las desgracias humanas

Los humanos, pobres humanos y Cándido, entre ellos, no pueden apreciar como sus actos, sus vidas y sus muertes, contribuyen a esta gran armonía universal, a la cadena de acontecimientos que se desarrolla desde la noche de los tiempos. Todo es equilibrio y armonía, la coherencia divina ejerce su justicia, y el hombre, como ser individual, como ser que percibe, como ser que reacciona, no tiene nada que hacer ante su destino, sólo ser un elemento más de la cadena de la vida.

El hombre debe disolver su experiencia en un nuevo "contrato moral", como Rousseau propuso que disolviera su voluntad individual en un contrato social.  En honor de Dios, Leibniz, Pope y Rosseau son escolásticos de la vida que buscan la verdad en la razón suficiente

Dietrich Schwanitz, nos proporciona un argumento magnífico sobre esta cuestión en su enciclopédica obra La Cultura.

"Después del terremoto de Lisboa (1755) el argumento de la Teodicea resulta ridículo, y Voltaire escribe su novela Cándido para reducirlo ad absurdum. Dios era exculpado por inexistente y a la vez exculpado. Todo esto era una tontería, pero una tontería de funestas consecuencias, pues si ya no se contaba con Dios como primer responsable del mal, había que buscar un nuevo chivo expiatorio.

Y ¿quién hace la historia si no la hace Dios?, ¿Quién es pues el culpable de este caos?: el ser humano. A partir de este momento la historia universal se convierte en el juicio final. En la época de las revoluciones siempre se considera a unos o a otros como los responsables de obstaculizar la marcha hacia la felicidad: reyes, sacerdotes, aristócratas, capitalistas, reaccionarios, parásitos, enemigos del pueblo, derechistas, izquierdistas, radicales, conservadores, traidores a la revolución".

Como ya no se cuenta con Dios, estos serán los nuevos procesados, y la mayoría de las veces, el juicio será corto. La idea de la pluralidad de mundos posibles, la aceptación de la diversidad, el principio de la tolerancia se mostraron como un campo de minas, expuesto a la utopía pero también a sus traidores.

Es evidente que todos los críticos del sistema que vinieron después le deben algo a Voltaire, el autor que inaugura la protesta irónica, desde Nietzsche hasta Marx, pasando por todos los revolucionarios, hasta llegar a los cantautores de los años sesenta. Lla filosofía le debe a Voltaire su pérdida de inocencia que permitió la madurez del pensamiento y los pensadores.

Cándido, el pobre Cándido es mucho más que un cuento, es el cuento que descubre a los detentadores del poder como miserables embaucadores arrivistas. Sirve para entonces, y sirve para ahora; cambiarán las leyes y los jueces, pero permanecerán las mentiras y las condenas.

Más allá (o más acá) del optimismo: Cándido.

Voltaire tiene dificultades para aceptar que lo que le rodea puede ser el mejor de los mundos posibles. Y responde, desde la perplejidad de Cándido, ante el campo de batalla repleto de cadáveres en la guerra de búlgaros y ábaros, ante el terremoto producido por la Madre Naturaleza (guiada por Dios) en Lisboa, o ante la crueldad humana que le circunda (que cercena, viola, corrompe o acaba con la vida).

Cándido representa la inocencia  del pueblo sometido por el poder absoluto de la aristocracia y la monarquía, la candidez es el pensamiento honrado guiado por un buen corazón, y Cándido es optimista, no sabe ser otra cosa, no puede ser otra cosa, sigue las enseñanzas de su querido preceptor, el Dr. Pangloss, que es la representación de la razón suficiente. Es la representación del hombre atrapado por la telaraña del destino, "todo está lleno de dioses" (-o mónadas-), como diría Tales.

Pero el Dios de Voltaire, es un Creador que se aparta de su creación para poder contemplarla, no un titiritero de la naturaleza humana, no un organizador de catástrofes. 

Voltaire es un deista. El manido argumento para la demostración de la existencia de Dios que dice, "no hay reloj sin relojero" es de Voltaire. Su Dios es una ley superior a las demás, no un objeto de amor; la única manera de honrrarle es someterse a lo inevitable.

 "Solo necesito ser optimista": Pangloss

El preceptor de Cándido, Cunegunda y su hermano, (hijos del barón de Thunder-ten-tronckh), es un sabio. El protagonista y sus posibles primos, conocen por su maestro, el Dr. Pangloss, las leyes que guían el universo y la vida. Dice Cándido de su profesor: "enseñaba metafísica-teólogo-cosmolonigología y probaba de modo admirable que no hay efecto sin causa, y que en este mundo, el mejor que se puede imaginar, el castillo del señor barón era el más hermoso de todos, y la baronesa, la mejor baronesa de cuantas existían" (capítulo I).

"Está demostrado - decía Pangloss-, que las cosas no pueden ser de otra manera a como son, pues estando todo hecho para un fin, todo es necesariamente para el mejor fin, por consiguiente, los que afirman que todo está bien, han afirmado una necedad, pues debieron decir que todo está lo mejor posible" (capítulo I).

Ante la desgracia, el bueno de Pangloss, extrae las consecuencias positivas, aplicando como nadie el refrán español: "No hay mal que por bien no venga", así cuando Cándido encuentra a su maestro transformado en pordiosero y con la sífilis, este le expresa los beneficios relacionados con la enfermedad que contrajo: … "porque si Colón no hubiese cogido en una isla de América esta enfermedad que emponzoña el manantial de la generación y a menudo la impide, …, no tendríamos el chocolate, ni la cochinilla" (capítulo IV).

Pangloss, es la representación de Leibniz, o Pope; con este nombre derivado de dos vocablos griegos que vienen a significar "todas las lenguas", se quiere representar el fundamentalismo racional, la "sinrazón" de la razón lógica conducida a sus últimas consecuencias. Voltaire acepta la razón en coherencia con la realidad que observa a su alrededor, la razón práctica, no la razón pura que transforma la realidad para hacerla coincidente con ella. Para nuestro autor, la idea racional no debe oponerse a la realidad, sino ceñirse a ella.  

Cunegunda: la aristocracia deseada.

La amada de Cándido, una dama de setenta y dos antepasados y dosmil años de historia familiar, hija del barón Thunder-Ten-Tronckh, es una muchacha inocente de la que Cándido se enamora apasionadamente.

A lo largo de la obra, Cándido no olvida entre todas las calamidades vividas su amor por la dama, con quien desea confundir su destino; ella es la razón de su deseo, de su búsqueda, el fin de su aventura.  

Cunegunda representa la aristocracia irredenta, pero también la esperanza de transformar la sociedad, la libertad como objetivo final, y la política que Voltaire ha conocido en Inglaterra y desea aplicar en Francia, y también la paz final tras la lucha, el descanso, la tranquilidad que el autor encontró en Ginebra.  

La acción seductora de Cunegunda es la que arroja fuera del paraíso de Thunder-Ten-Tronckh a Cándido en el primer capítulo del libro (al igual que ocurre en el pecado original con Adán y Eva), pero la dama adopta un papel pasivo desde entonces, y es Cándido quien le concede el valor de su amor, la motivación por alcanzar el objetivo final; Cándido logra olvidarse de todo cuando piensa en Cunegunda, que es la diana última de sus deseos.  

Martín: un maniqueo pesimista. 

Este personaje es la cruz del optimismo, la oposición al pensamiento panglossiano, y no considera que este sea el mejor de los mundos posibles, pero tampoco piensa que sea el peor, es como es, le gustaría que no fuera así, pero así es. 

Un mundo lleno de dolor, de daño, de muerte, de lucha, la vida es difícil, y lograr un cambio es prácticamente imposible. Es un maniqueo que considera que el mal existe por sí mismo. El principio del mundo es el caos y no el orden.  

Por eso se debe controlar el mal, porque sino a la larga se terminará apropiando del mundo. Martín puede recordar la filosofía de Locke; tal vez el empirismo inglés que Voltaire conoció en su estancia en aquel país, pero sin duda es un escéptico como Voltaire, un maniqueo que no puede arrepentirse de serlo.  

El Barón de Thunder-Ten-Tronckh y su hijo: la vieja aristocracia. 

Representan para Voltaire el objeto de su sátira contra el poder constituido, y su relación con Federico el grande, homosexual, arrogante, caprichoso y poderoso.

Es el poder absoluto e intolerante que Voltaire quiere transformar desde arriba, al igual que Rosseau deseaba hacerlo desde abajo, a través de su "contrato social".  

Voltaire cree en el progreso por medio del conocimiento, de ahí su alianza con los enciclopedistas en la labor de expandir la cultura como antídoto del poder absoluto de unos pocos. El autor disfruta quebrantando el "viejo orden" en  su propia casa, hace como nadie (tan sólo Sade se le puede comparar), la revolución desde dentro, creando un dilema entre las clases poderosas que deben elegir entre la comodidad de no pensar, o la incomodidad de pensar y promover el cambio.  

El mundo como escenario. 

Cándido recorre la mayor parte del mundo conocido, civilizado e incivilizado; su aventura transcurre por Europa y América, el viejo y el nuevo mundo, y concluye en las puertas de Asia, en Constantinopla.

Visita lugares reales e imaginados, entre ellos destaca Eldorado, el "Sangrih-La", "el  Erewhon" de Samuel Buthler, el valle escondido entre altas montañas, donde las cosas son diferentes, donde sí se puede ser optimista porque es posible. Si existe el mejor de los mundos posibles, este es Eldorado, con sus carneros y sus piedras preciosas, con la feliz despreocupación de sus gentes, con la superación de las necesidades básicas. 

Al igual que Platón, que consideraba que el mejor lugar para la vida era un valle entre montañas, protegido del intercambio con otros lugares; esto viene a coincidir con la Ginebra  (Suiza) que Voltaire eligió para su estancia más tranquila. 

Pero cuando Cándido encuentra con su fiel Cacambo, el mítico lugar de Eldorado, no decide permanecer allí para siempre, elige marcharse con algunas riquezas cargadas en carneros rojos, en busca de su amada Cunegunda.  

Pero las riquezas van desapareciendo,  quedando sólo con lo que es capaz de llevar encima, que resulta suficiente para vivir como un aristócrata. El paraiso se ha perdido para siempre por el amor de una dama, una vez más. 

Voltaire hace un resumen del mundo, de sus dificultades y sus locuras, de la lucha por la supervivencia en cualquier latitud. En todas partes hay maldad, y esta maldad se aprovecha de la inocencia y la buena voluntad de Cándido, quen en vez de aprender y cambiar, se empecina en permanecer fiel a las enseñanzas de su maestro Pangloss, aunque esto pueda costarle la vida. Es el viaje del idealismo romántico por la más cruda realidad.  

  OTRAS SATIRAS EN CANDIDO: 

CONTRA LA HIPOCRESIA RELIGIOSA

Voltaire denuncia la ausencia de coherencia religiosa de los clérigos de su época, más ocupados en riquezas, lujurias, y poderes, que en la tranmisión de la Verdad revelada. 

El doctor Pangloss adquiere de su relación con Paquette la sífilis, a la que a su vez se la había transmitido un franciscano muy sabio (capítulo IV).  Cunegunda, presta sus servicios al Gran Inquisidor, y al judío que la ha acogido, en un acuerdo singular en el que comparten a la dama más allá de sus  diferencias religiosas (capítulo VIII). La vieja de la historia es hija del Papa Urbano X (capítulo XI). O las relaciones homosexuales del hijo del barón convertido en jesuita, con un joven musulmán (capítulo XXVIII). 

Voltaire se burla del celibato de los clérigos y les provoca en una época donde aún se realizan autos de fe como el ocurrido en Lisboa para impedir nuevos  terremotos y cuya finalidad es el entretenimiento de las masas (capítulo VI).

Una demostración de poder ante una catástrofe de origen natural, permite que las gentes atemorizadas,    aún se atemoricen más. 

Pero también rie Voltaire del voto de pobreza de los hombres santos, en el pasaje en el que un franciscano es ahorcado por haberle robado las joyas a Cunegunda (capitulo XIII). O como en el engaño del abate de Perigord, cuando le comunica a Cándido que ha dado con su amada Cunegunda con la única finalidad de robarle (capítulo XXII). 

Y también rie de la cultura esgrimida por los clérigos y otros doctores en Teología, como el Sr. Gauchat, o el archidiácono de T. (capítulo XXII).   

O de la discriminación por creencias religiosas, cuando Cándido se encuentra con un buen hombre como el anabaptista que le acoge a él y a Pangloss, mostrando mayor espíritu cristiano que todos los católicos que halla en su camino (capítulo IV). 

Tambien disfruta el autor socabando las vocaciones religiosas de la época, como en el caso del teatino fray Alelí (capítulo XXIV).  

Pero es en Eldorado, el mejor de los mundos posibles entre los conocidos, donde Voltaire expone su idea de que la religión no necesita de sacerdotes, y que Dios no necesita de ellos para ser alabado (capítulo XVIII). 

CONTRA LAS ATROCIDADES DE LA GUERRA Y LA VIOLENCIA. 

Voltaire no acepta la guerra, en concreto la guerra de los siete años que se desarrolló en aquella época entre franceses y prusianos. Cándido supone que las atrocidades de la guerra no pueden coincidir con el mejor de los mundos posibles, y al mismo tiempo, Voltaire desarrolla sus ideas pacifistas. 

Sin embargo, se relata en la biografía de Voltaire un episodio en el que trata de convencer a alguien con suficiente poder de la conveniencia de construir algunas armas de guerra, lo que resulta paradójico en alguien que desea la paz.

Pero el autor, trata una vez más de hacer con la guerra lo que ha hecho con la religión, caricaturizarla, destrozarla mostrándonos su estupidez, su inequidad. 

 Resulta magistral la descripción que realiza del combate entre búlgaros y ábaros en el capítulo III, pinta un cuadro de la crueldad humana como Goya o David pudieran hacerlo, deja que la sangre se derrame por las páginas de Cándido con una frivolidad mágica.

 CONTRA EL ESNOBISMO ARISTOCRATICO.  

Siendo un miembro de la burguesía, Voltaire critica hasta la saciedad a la aristocracia, a la que considera estúpida y frívola. El autor conoce los escenarios de la vida parisina, las mansiones de las grandes cortesanas, las reuniones sociales de los precursores de la revolución. Se divierte en sus andanzas, a costa de los miembros más nobles de la nobleza francesa. 

La aristocracia permanece en su fortaleza, no quiere mezclarse con la plebe y esto se observa en el primer capítulo de Cándido, cuando el barón descubre la atracción que su protegido siente por su hija, ésta es la causa de que sea expulsado de su castillo. 

 Ella, una doncella de 72 ascendientes, no puede mezclarse con él por ser un bastardo, aunque sea su primo. Y como comienza el libro, así termina, cuando el hijo del barón se opone al matrimonio de su hermana con Cándido (capítulo XXIX). 

Pero tambien caricaturiza al gobernador de Buenos Aires, don Fernando de Ibarra y Figueroa y Mascarenes y Lampourdos y Souza, personaje tan henchido de orgullo que merecería ser abofeteado (capítulo XIII). 

Voltaire añora una aristocracia más próxima al pueblo, como en Eldorado en que el saludo al monarca es darle un abrazo y un beso (capítulo XVIII). Y la encuentra en los reyes destronados con los que cena mientras escucha sus desgracias (capítulo XXVI). 

CRITICA DE LA SOCIEDAD. 

En diversas ocasiones a lo largo del relato, Voltaire establece una crítica social severa, en la que se advierten algunas cuestiones relevantes; así su denuncia de la explotación recorre la obra, bien cuando el esclavo negro nos habla del  "auténtico" precio del azúcar (capítulo XIX),  o cuando se refiere a las vejaciones que reciben las mujeres que aparecen en su obra, desde Cunegunda a Paquette, pasando por la vieja o las doncellas perseguidas por los monos. 

Critica la riqueza y la pobreza desmesuradas, la diferencia entre la plebe y las clases privilegiadas, la inanidad de los gobiernos en el control de la desigualdad, el abuso de poder, la injusticia, la crueldad humana, el robo, la corrupción, y todos los demás vicios sociales, que él percibe en su época. 

Es importante reseñar el antes y el después de la visita de Cándido a Eldorado, si bien antes no se habla de dinero, a partir de su estancia en el mítico lugar, Cándido obtiene la mayor parte de las cosas por su compra. Si antes solamente vivía de lo que encontraba, a partir de su riqueza es más engañado aún. Todos se aprovechan de la riqueza, los ricos y los pobres. 

Voltaire está invitando a sus lectores a la búsqueda del cambio social, cambio que se produciría treinta años después de la publicación de su obra, que paradójicamente coincide con los capítulos de la misma.

 LA SUPREMACÍA DE LA CULTURA. 

Voltaire pregunta en Eldorado por los tribunales de justicia, por las cárceles, por el parlamento y le dicen que no existen, por que no se necesitan,  pero si le enseñan un gran palacio de las ciencias, lleno de instrumentos de física y matemáticas (capítulo XVIII). En este sentido, parece considerar que los males de la humanidad se derivan de la pobreza y la incultura, pues en un lugar como Eldorado  éstas no existen, no se conocen. 

Voltaire está tán interesado por la ciencia como  por la política, piensa, a pocos años de la revolución francesa, que la ciencia y la cultura traerán el progreso, al tiempo de las reformas sociales. Su conocimiento de las ideas de Newton y otros autores, que recoge en Cartas Filosóficas así lo prueba. 

François Marie es un convencido enciclopedista, amigo de D´Alambert uno de sus directores (junto con Condorcet); Voltaire colabora con La Enciclopedia de forma directa e indirecta, y forma parte de este grupo de ilustrados con otros pensadores como Holbach, Helvecio, o Turgot. 

La Enciclopedia fue desarrollada como un compendio del conocimiento humano, tanto de las artes mecánicas como de las artes liberales, comienza su publicación hacia el año 1750.   Sus autores discrepaban entre sí en muchas cuestiones, pero compartían un cuerpo de ideas común que se resume en los siguientes principios:  tolerancia religiosa, optimismo respecto al futuro de la Humanidad, confianza en el poder de la razón libre, oposición a la autoridad excesiva de la Iglesia, interés por los problemas sociales, importancia otorgada a las técnicas y oficios, tendencias naturalistas, respeto a la experiencia, entusiasmo por el conocimiento y el progreso. 

Voltaire y Rosseau, Rosseau y Voltaire, dos personajes para un momento culminante de la historia, la germinación de la Revolución Francesa; ambos se oponen al optimismo de los iluministas que navegan hacia el materialismo, como en el caso de La Mettrie y su obra El hombre máquina, que cuando fue publicada escandalizó a sus contemporáneos

Rosseau y Voltaire desdeñan el materialismo que les rodea, y desean creencias que sean ideas claras; el primero considera que el hombre es bueno por naturaleza, y piensa que un acuerdo entre los miembros de la sociedad puede traer la paz y el progreso; Voltaire, sin embargo, advierte la estupidez humana, y cree que ésta sólo se puede resolver con la ilustración de los poderosos. 

Pero todas las cosas producen saciación, y este es el caso del senador de Venecia, el señor Pococurante, ahíto de toda la grandiosidad de la cultura y propietario de un soberano aburrimiento (capítulo XXV). 

Pero no todos deciden conocer, la mejor forma de no padecer  es no hacerse preguntas, lo que coincide con el estoicismo del derviche más sabio de Turquía (capítulo XXX), que recuerda a Antístenes cuando consideraba que la felicidad consistía en no desear nada distinto de lo que es, ni en el pasado, ni en el presente, ni por toda la eternidad. 

 PERCEPCIÓN versus RAZÓN. 

A lo largo de toda la obra se observa la presencia del mal, el mal acecha y el bien es efímero; parece que la vida es más casual que causal. A veces, las causas son engañosas, las percepciones erróneas; Pangloss muere ahorcado y resucita galeote, Cunegunda es violada y asesinada y aparece de nuevo convertida en amante forzada de cuantos hombres haya en su proximidad, el hijo del barón muere asesinado por Cándido y tambien resurge como compañero de Pangloss. La muerte y la vida se suceden sin motivo o con él. 

Cándido cabalga sobre el azar, la buena o la mala suerte  le acompaña; en ocasiones,  las cosas parecen ir mal y terminan bien, y otras ocurre al contrario, todo resulta impredecible y por lo tanto fuera de control. La razón no es suficiente para dirigir al  destino. ¿Quién podría prever lo que le ocurriría a Cándido tras ser arrojado del castillo por el barón?. Nadie, y este es el espíritu del relato: vamos viviendo a golpes, la razón sólo sirve para embridar el corcel salvaje que es la vida, pero no para domarlo. 

Las cosas de la vida no son malas o buenas, son lo que son. La bondad o la maldad  son atributos que nosotros concedemos, son nuestras opiniones las que les proporcionan el barniz, el color. Voltaire apuesta por la tolerancia indiscriminada, propone "no juzgar para no padecer", la epojé de los antiguos griegos.  

3.    CONCLUSIONES:

 Voltaire, no establece un sistema filosófico definido, pero su filosofía se encuentra ubicada entre un racionalismo relativo y un existencialismo moderado, huye del absolutismo racional con tanta fuerza, como de la petulancia filosófica del materialismo omnipresente. Su escepticismo con el mundo le hace creer en sí mismo.

 Cándido es reconocida por muchos como la obra magistral de Voltaire, en cierta forma resume lo que el autor pensaba sobre la condición humana en la época en que escribió el cuento, desde una perspectiva escéptica pero a la vez optimista. 

En ese tiempo, la humanidad se encuentra acosada por la maldad y el sufrimiento, pero se respiran aires de cambio, una oportunidad para adoptar iniciativas y mejorar. Este cuento invita a no permanecer sentado esperando que se derrumbe la sociedad de su tiempo, hay que horadar los cimientos, hay que ayudarla a caer por que ya no se sostiene.  

Voltaire preconcibe el existencialismo, la vida pasa entre las convulsiones de la inquietud y las letargias del tedio (capítulo XXX). Y busca en el trabajo la superación de  tres grandes males que asolan a la humanidad: el vicio, el tedio y la necesidad, como el campesino turco (capítulo XXX). 

Al final, Cándido se convierte en filósofo, y establece un "primum vivere, deinde philosophare", y su amigo Martín,  considera que trabajar sin razonar es la única forma de hacer la vida soportable (capítulo XXX). Cultivar el jardín, es lo único que hay que hacer. Cada uno debe ocuparse de sus asuntos y esta conducta proporciona por sí misma el bienestar. Pensar, filosofar, debatir las ideas, es un riesgo para la vida sana y tranquila. 

Voltaire no acepta que este sea el mejor de los mundos posibles, sin embargo, considera posible que este mundo sea mejor, esa es su gran enseñanza, su auténtico legado, su definitiva propuesta al optimismo.  (*)

 

(*) Fuente: Enrique Suárez Retuerta, "Cándido o el optimismo. A propósito de Voltaire", editado aquí por gentileza de su autor. Recomendamos página de Enrique Suárez Retuerta: http: //www.telecable.es/personales/eretuerta/

 

BIBLIOGRAFIA CONSULTADA:

 1)     Ferrater Mora, J., Diccionario de Filosofía Abreviado;  Edhasa;   Barcelona, 1976.

2)     Ferrater Mora, J., Diccionario de Grandes Filósofos (I y II); Editorial Salvat, Madrid, 1.994.   

3)     Mason, H., Voltaire; Editorial Salvat, Barcelona, 1.986   

4)     Schwanitz Dietrich, La Cultura. Taurus, Madrid, 2003

4)     Voltaire., Diccionario Filosófico. Clásicos Bergúa. Madrid, 1.966. 

5)     Voltaire., Cartas Filosóficas;  Altaya S.A.; Barcelona, 1.993 

6)     Voltaire., Cándido y La princesa de Babilonia; Ed. Fontana; Barcelona, 1.994. 

7)      Voltaire., Cándido; Bibliotex S.L.; Madrid, 1.999    Enrique Suárez Retuerta

 

Cándido, o el optimismo, (título original en francés: Candide, ou l'Optimisme) es una novela picaresca publicada por el filósofo ilustrado Voltaire en 1759. Voltaire nunca admitió abiertamente ser el autor de la controvertida novela, la cual está firmada con el seudónimo «Monsieur le docteur Ralph» (literalmente, «el señor doctor Ralph»).

Desde un punto de vista sardónico, la obra sigue las peripecias del protagonista Cándido en su primer encuentro con el precepto del optimismo leibniziano de que «todo sucede para bien en este, el mejor de los mundos posibles» y en una serie de aventuras subsecuentes que refutan de forma dramática el famoso precepto a pesar del obstinamiento con el que el personaje se aferra a éste.

La novela satiriza la filosofía de Leibniz, y es un muestrario de los horrores del mundo del siglo XVIII. En Cándido, Leibniz está representado por el filósofo Pangloss, tutor del protagonista. A pesar de observar y experimentar una serie de infortunios, Pangloss afirma repetidamente que «tout est au mieux» («todo sucede para bien») y que vive en «le meilleur des mondes possibles» («el mejor de los mundos posibles»).