ROMANCES

 

 

1.  El término

 

Cronológicamente, primero designó a las lenguas vulgares derivadas del latín. Luego el término fue usándose para designar en general, a las obras escritas en ellas. Poco a poco su uso se va especializando y se restringe a las épicas o cantares de gesta, hasta que, en el siglo xv, designa exclusivamente a “las canciones  épico-líricas, derivadas de las gestas, cuya unidad rítmica es el octosílabo con rima asonante en los versos pares”.

 

2.  A cerca de los orígenes

 

En la concepción del romancero, llaman la atención de los estudiosos:

a. el problema del autor, la anonimia

b. la difusión y las variantes

c. la relación con las gestas

No conocemos los nombres de los autores de los romances. Esto dio lugar a que se dudase de su existencia, a que se los atribuyese a la colectividad, de una manera espontánea, casi mágica.

La difusión oral acentuó este problema. La vida oral de una poesía, se imagina en un marco social primitivo, en el que no se la sentía como propiedad personal, sino ligada a las costumbres e instituciones comunitarias.

Las distintas versiones (variantes) de cada poema, atestiguan el aporte creativo que cada generación hizo durante las etapas de la difusión.

Los temas, algunas fórmulas, el subyacente carácter épico, indican el parentesco de estas canciones con las gestas, el problema consiste en determinar cuál de las dos es precedente de la otra.

La posición de Menéndez Pidal sostiene que hubo poemas breves, de carácter épico; que el apogeo de la poesía épica tuvo lugar en el siglo XVIII y el Mio Cid representa la maduración técnica del género. En el siglo XIV, los juglares son más que nada difusores que seleccionan fragmentos de las viejas gestas, respondiendo al nuevo gusto de la época, que se entretiene más en la contemplación de una escena, que en el desarrollo de la acción. La primer característica de esta nueva poesía, es entonces, la fragmentación de la épica.

Los juglares no dejan su nombre, en primer lugar, porque no se sienten dueños de una nueva poesía, sino que la toman del acervo nacional. La anonimia es una característica de la difusión oral, de la tradicionalidad.

Los romances son poesía de los sucesivos autores, donde  el estilo personal de cada uno deja lugar a un estilo impersonal, tradicional, que es el del pueblo que selecciona, acepta y crea, donde cada individuo puede descubrir posibilidades de poetización y amplificarlas. Los romances no son creaciones cerradas y conclusas que se ofrecen a la mera repetición; sino poesía abierta, dinámica, llena de posibilidades.

Todo romance y toda variante, fue, en su origen, poesía individual, representativa del espíritu colectivo.

 

 

 

UN ROMANCERO DE HONOR

 

El concepto de honor, arraigado en España con intensidad incomparable e incomprensible, para otras naciones.

Honor es reverencia o consideración que el hombre gana por su virtud o buenos hechos. Mas, aunque la honra se gana con actos propios, depende de actos ajenos, de la estimación y fama que otorgan los demás. Así es que se pierde por actos ajenos, el infamado, aunque no posea culpa, muerto esta en cuanto al bien y a la honra de este mundo. La deshonra se iguala con la muerte, la honra se equipara con la vida. En consecuencia, siendo la honra un bien comprable con la vida, podrá defenderse matando.

Este concepto del honor es eje esencial en la épica, del romancero y del teatro español. Uno va tomando del otro en esa perduración de temas y sensibilidades características de la Edad Media y Renacimiento español.

Los protagonistas, salvo claras excepciones, se mueven por o contra su virtud y su buen nombre. La venganza del honor es la defensa de un bien social que hay que anteponer a la vida propia o de los seres queridos; sólo cede ante el respeto al rey, o sea ante el bien común de la patria; tiene carácter de heroicidad estoica, de deber doloroso, que cumple con sufrimiento sereno y decidido.

 

ESTILO DE LOS ROMANCES:  EL FRAGMENTARISMO

 

Los romances se distinguen por una extrema sencillez de recursos, que se manifiesta en la abstención y eliminación de elementos maravillosos o extraor-dinarios, en la parquedad ornamental, en la adjetivación reprimida, en la versificación asonantada monorrima. Con esa sencillez de recursos, los romances alcanzan gran viveza intuitiva de la escena, emoción llana y fuerte, elevación moral, aire de gran nobleza.

Los romances españoles modernos, lo mismo que las baladas de Francia e Italia, por lo común encierran, aunque con gran brevedad, un asunto completo: el nudo del interés dramático va seguido de su desenlace. Pero al hojear un romancero del siglo XVI, nos sorprende la gran abundancia de asuntos inacabados.

E acierto en el corte brusco aparece como una verdadera creación poética.

El fragmentarismo del romancero, es, pues, un procedimiento estético: la fantasía conduce una situación dramática hasta un punto culminante, y allí, en la cima, aletea hacia una  lejanía ignota, sin descender por la pendiente del desenlace. De este modo los recitadores de romances halagaban la vaguedad de la imaginación y del sentimiento, despertaban estados imprecisos del espíritu, que tan valiosos son para el arte refinado.

 

 

PROCEDIMIENTOS LITERARIOS

 

 

 

MARÍA JOSÉ GUERRA SAITA