Novela Epistolar

Novela epistolar se llama a las novelas escritas en forma de cartas (epístolas), es un género desarrollado durante el siglo XVIII.

No solo innova en cuanto a la descripción psicológica de los personajes y los narradores, sino que también brinda a las obras un aire de confidencialidad, de asunto privado al que el lector no debería acceder.

Es una variante de la novela escrita en primera persona que tan buena acogida tuvo entre el público un siglo antes, quizás porque la primera persona parece, en cuanto a la forma, próxima a la narración oral y puede crear la ilusión de una comunicación inmediata.


Lo que tiene de innovador la novela epistolar es que el escritor se presenta, en la práctica de la escritura, como el fundamento de la verdad que él mismo anuncia y lo que anuncia es herencia exclusiva de su privacidad y de su vida íntima. Es una verdad que no precisa probarse ni demostrarse, y que tampoco tiene relación con los actos públicos del protagonista, pertenece exclusivamente a su visión individual, y casi secreta, de las cosas y del mundo.

La correspondencia, así como los diarios, son nuevos sistemas de credibilidad de la escritura novelesca. Durante el siglo XVIII aparecieron en la novela nuevos procedimientos que conseguían fundamentar el efecto de verdad del texto literario. Pensemos en el manuscrito encontrado en una buhardilla, como el de Robinson Crusoe, en las cartas que se intercambian, como en La nueva Eloísa, o que se descubren, como en Las amistades peligrosas... En estas novelas el autor aparece como transcriptor, recopilador o editor, lo cual pretende negar el carácter novelesco del libro. La novela trata de pasar por realidad auténtica, ya que se presenta como un discurso espontáneo producido por una persona que no es escritor de oficio y que no estaba destinada a su publicación. Los prólogos y avisos al lector ayudan a crear este carácter privado e íntimo de la novela epistolar o autobiográfica.

Este recurso hace propicia la multiplicación de novelas en primera persona, ya que el efecto de verdad obedece al hecho de que el sujeto que lee reconoce inmediatamente al sujeto que escribe. La novela epistolar ha de relacionarse con esta evolución de la novela que fundamenta sus efectos de verdad en el mundo íntimo y privado. Así como la novela en primera persona parece verídica porque un sujeto asume el relato novelesco y porque el yo se plantea como una garantía de verdad, también la novela epistolar se identifica por su carácter íntimo. Su verdad no sólo obedece al hecho de que, este tipo de novela, se presenta como real (los autores de las cartas no pretendieron nunca escribir una novela), sino por el carácter estrictamente privado e íntimo de la correspondencia. La nueva Eloísa de Rousseau y Las amistades peligrosas de Laclos insisten en la autenticidad de las cartas. Nadie afirma su autoría, los autores son solamente los depositarios y editores de la correspondencia.

La estructura de la novela epistolar delega en el lector los poderes de omnipresencia y omniscencia del novelista y permite jugar con el tiempo novelesco y hacer una construcción simétrica, pero también hace posible que se dé una credibilidad nueva a la escritura novelesca.


La correspondencia dice la verdad, es el lugar donde uno se abandona y se confía. Es el lugar donde se puede desarrollar el intimismo, que es la trasposición poética y la unificación imaginaria de lo que se ha vivido. La correspondencia, como el diario, no tiene una estructura establecida, es informal y entregada al vértigo de la consciencia, que huye, en estos medios expresivos, de la convencionalidad de las reglas formales de la retórica que hacen difícil la manifestación de la intimidad. Su lectura coloca al lector en la situación de voyeur que sorprende las intimidades y los secretos del otro y siempre sabe más de lo que cada uno de los protagonistas se confían en sus cartas. El efecto de la verdad en la novela epistolar se basa en la representación de una práctica privada, pero, como afirma Jean Marie Goulemont, “lo que es íntimo crea la ilusión de realidad, pero para crearla se tiene que hacer pública; la literatura se presenta pues como una violación de aquello que es privado: lo privado puede servir de garantía porque se hace público, lo cual coloca la práctica narrativa en una situación paradójica”.

 

Extraído de “Cierzo” La novela epistolar

 http://cierzo.blogia.com/2004/021501-la-novela-epistolar.php