LAS CORRIENTES DEL SIGLO XX

 

            

CARACTERES Y TENDENCIAS DEL ARTE NUEVO

 

La extraordinaria variedad, diversidad y cantidad de tendencias de la literatura del siglo XX, hace sumamente difícil su estudio.

No hay propiamente escuelas que comuniquen orientación definida y estabilidad a la línea de creación literaria.  Por el contrario, desde fines del siglo pasado, las escuelas poéticas se han sucedido con una rapidez tan vertiginosa y se han multiplicado en forma tal, que en realidad, más que de escuelas debe hablarse de actitudes estéticas.  Cada poeta significa una actitud distinta;  y no sólo esto, sino que, a lo largo de su producción pasa sucesivamente por actitudes estéticas semejantes, diversas y hasta opuestas.

Además se observa la ausencia de principios estéticos definidos y de propósitos conscientes en las nuevas producciones.  El arte contemporáneo no sólo significa una ruptura total de los sistemas, moldes y formas tradicionales, sino que pretende negar la existencia de toda norma, de todo principio, de todo sistema.  El impulso renovador se desenvuelve en una actitud de subversión y negación de lo existente, pero sin un propósito constructivo, sin una meta que oriente la actividad creadora.  Por otra parte, se proclama el subjetivismo más extremo, el capricho individual, como factor decisivo en la creación artística.  Y se considera que el arte en general y por lo tanto la poesía, es el resultado de las potencias que actúan en lo sub-consciente, en esa zona oscura y misteriosa del espíritu.

 

Agregamos a estas dificultades, la absoluta complejidad y la deliberada oscuridad del arte nuevo,  que constituyen un obstáculo insalvable a una adecuada y justa valorización.  Los propios autores declaran que su arte no es racionalmente comprensible y que, por lo tanto, su apreciación escapa al a inteligencia y a sensibilidad de la mayoría de los hombres.  La comunicación entre el creador y el lector, sólo puede operarse en virtud de una casual coincidencia entre sus respectivos estados emocionales.  Esta fuga constante de la realidad, aspiración a reflejar en la poesía únicamente pre-realidades o post-realidades, va acompañada de un propósito destructor de la lógica gramatical y de la sintaxis, que tiende a presentar a las palabras en el más absoluto desorden.  Finalmente, la nueva poesía lleva a sus últimas consecuencias el culto de la metáfora, suprimiendo todo nexo entre la imagen y la realidad.

 

Expresa Ramón Gomez de la Serna:  “El Arte es juego de los siglos y el último ha sido, a quién escamoteaba más la realidad”  Considera que por arte nuevo debe entenderse:  “esa mezcla de literatura, pintura y demás músicas.”

 

Entonces se plantea el problema de si el impulso renovador surgió de la pintura o de la literatura.

 

Picasso, principal representante de la pintura cubista, afirma que los poetas van detrás de los pintores.

 

Gómez de la Serna, por el contrario, sostiene que “todo nació de la invención literaria”;  que el origen del arte nuevo se encuentra en Guillaume Apollinaire y en sus antecesores, los poetas simbolistas:  Conde de Lautréamont, Rimbaud y Mallarmé.

 

Define Gómez de la Serna al arte nuevo:  “Huir de los hombres para acercarse a la humanidad;  acercarse a la naturaleza, para conseguir huir de ella a fuerza de tratarla, y después, entre huidas y aproximaciones, centralizarse como en un punto de intersección por una sobrecreación amanecida de un olvido que aún se recuerda.”

 

El nuevo arte y la nueva poesía se caracterizan por una actitud deliberada de fuga de la realidad y de la persona humana, tendencia que estudia y analiza José Ortega y Gasset en su ensayo titulado “La deshumanización del arte”, cuyos aspectos fundamentales serían:

 

El arte nuevo se caracteriza fundamentalmente por su impopularidad, por su tendencia a la deshumanización, por la exaltación de la metáfora y por su intrascendencia.

 

    1.            Impopularidad.  El arte nuevo, en todas sus manifestaciones, es impopular, como consecuencia de su esencial dificultad.  Se trata de una impopularidad, por lo tanto, definitiva, no accidental o temporal.

Todo nuevo estilo pasa por una etapa en la cual no ha logrado aún la popularidad, pues la masa sigue todavía por un tiempo apegada a lo antiguo y en oposición a las minorías innovadora.  Y algunos movimientos han tardado más que otros en llegar al pueblo.

 

El romanticismo constituye el ejemplo más opuesto al de las nuevas tendencias literarias.  El romanticismo conquistó muy pronto al pueblo, porque fue esencialmente un estilo popular, y porque el arte clásico anterior a él sólo era defendido por una minoría selecta;  no tenía verdaderos defensores en la masa popular.

 

El arte nuevo, contrariamente al romanticismo, tiene a la masa en contra suya y la tendrá siempre.  Es impopular por esencia;  más aun:  es anti-popular.  Está dirigido no a la generalidad de los hombres, sino a minorías;  es un arte para artistas.  La masa popular lo rechaza, no porque no le guste, sino porque no lo entiende.  Esta esencial impopularidad del arte nuevo es fundamentalmente un resultado de su tendencia a la deshumanización.

 

    2.            Deshumanización.  El arte nuevo persigue el propósito de evadirse de la realidad, en fuga constante de la persona humana y de los problemas humanos.  Es un arte puramente artístico y exclusivamente para artistas.  Un arte que trata de evitar todo contenido humano o realista.  Sus producciones deben ser únicamente obras de arte.  Mediante la evocación de  ultraobjetos, pretende comunicar emociones secundarias, sentimientos puramente estéticos, diversos de los de la vida primaria y humana.  “La poesía de hoy, dice Ortega, es el álgebra superior de las matemáticas”.  Desde el punto de vista del arte actual, el romanticismo y el realismo aparecen como teniendo una común raíz realista.

 

Esta tendencia a la deshumanización tiene su punto de partida en la música de Debussy y la poesía de Mallarmé.

 

A estos conceptos de Ortega agregaremos que la deshumanización es un fenómeno que se manifiesta no sólo en el arte sino también en otros aspectos de la vida y del pensamiento.  En el dominio de la doctrina jurídica, la teoría pura del Kelsen, es un ejemplo elocuente de la deshumanización.  Kelsen pretende confundir el concepto de Estado con el de norma jurídica y considera que los problemas sociales, las creencias morales y los sentimientos humanos son totalmente ajenos a la ciencia pura del Derecho, que se convierte así en una disciplina totalmente deshumanizada.

 

    3.            Exaltación de la metáfora.  La metáfora se ha utilizado siempre como medio de trasmutar la realidad en poesía y como ornamento que embellece y ennoblece los objetos reales.  De modo pues, que la metáfora facilita la evasión de la realidad.  Ahora bien, el arte nuevo significa una inversión del proceso estético.  Se considera a la metáfora no ya como ornamento, sino como sustancia, con un valor en sí mismo, independiente de los objetos reales.  La sustantivación de la metáfora es un eficaz instrumento de deshumanización.

 

Por otra parte, dice Ortega, cabe notar un raro predominio de la imagen denigrante que, en lugar de ennoblecer y realzar, rebaja y veja la realidad.  Por ejemplo, cuando se dice que “El rayo es un metro de carpintero”.

 

José María del Rey coincide con la posición de Ortega y refiriéndose a la difícil metaforización que caracteriza al arte nuevo, expresa:  “en la poesía tradicional, entre la realidad verdadera y la trasmutación poética suele persistir un nexo, una relación, mediante la cual, a través de la imagen, a través de la metáfora, es todavía posible reconocer la realidad aludida poéticamente trasmutada.  Pero en la poesía moderna, las amarras, los nexos, las relaciones que unen a la metáfora con el mundo real, aparecen o rota o tan lejanas o tan imprecisas, que las imágenes se nos presentan como islas a la deriva entre el mar y la niebla.”

 

 

    4.            Intrascendencia.  En el arte tradicional, de contenido humano, siempre se reflejaba, en mayor o menor grado, la seriedad de los problemas vitales.

En el arte nuevo ello puede también ocurrir, pero en mucho menor grado, desde que sus cultores intentan hacer de él una cosa intrascendente.  Conciben al arte como un juego, como una farsa.

Por una parte, continúa la actitud de agresividad y burla del arte antiguo, que procede del romanticismo.

Por otra parte, la ironía que caracteriza al arte actual lo lleva a ridiculizarse a sí mismo.

 

Al respecto, expresa Del Rey, lo que ocurre es que el mismo poeta “comprende que sus creaciones poéticas no pueden plenamente interesar y no pueden plenamente ser  comprendidas y amadas por nadie que no sea él mismo, y su desengaño frente al desencuentro de la realidad y el deseo, su soledad, su desesperanza, se resuelven en ironía.  Y reconozcamos que se trata de la más fina y tolerable de las ironías,  pues no va dirigida contra nadie, sino contra el mismo creador desencantado y contra las creaciones de su fantasía”.

 

 

LOS MOVIMIENTOS LITERARIOS DEL SIGLO XX

 

A fines del siglo XIX, como reacción contra el simbolismo o como continuación exagerada del mismo, surgen diversos movimientos literarios, que se multiplican considerablemente en el curso del siglo XX, en especial durante la etapa posterior a la guerra de 1914.

 

Dichos movimientos se traducen en audaces y originales intentos de creación de una poesía totalmente nueva, en irreductible y violenta oposición con todas las formas conocidas, antiguas y modernas.

 

Se les ha denominada movimientos de post-guerra, o de vanguardia, o subversivos, o simplemente “ismos”.

 

Ninguna denominación satisface plenamente.  Desde luego, no es exacta la de literatura de post-guerra, desde que muchos de estos movimientos surgieron antes del 14.  Díaz Plaja rechaza el calificativo de “vanguardistas” por considerar que este término debe aplicarse a todo ideario poético en el momento que choca violentamente con la estética dejada atrás.

No hay, pues, escuelas vanguardistas, sino momentos vanguardistas en cada escuela.  Por lo tanto prefiere el término “movimientos subversivos”.

 

 

COMO FACTORES DETERMINANTES DE LOS “ISMOS” LITERARIOS PODEMOS MENCIONAR LOS SIGUIENTES:

 

 

a)   En cierto sentido estos movimientos son el resultado de la influencia de las grandes fuerzas culturales, políticas, sociales y económicas del siglo XX:  el industrialismo, el obrerismo, el maquinismo, el automovilismo, la aviación, el jazz, el deportivismo, el cinematógrafo, el feminismo, el totalitarismo.

 

b)    Por otra parte, estas tendencias responden a un fenómeno de fatiga intelectual de la humanidad, que señala Epstein.  La humanidad se encontraría afectada por una especie de “surmenage” colectivo, provocado por el exceso de actividad intelectual durante el siglo XIX.  Se trataría de un estado patológico, accidental, transitorio, que tiende a desaparecer a medida que “la toxinas de la fatiga” van siendo eliminadas.

 

c)    Finalmente, todos los movimientos literarios reflejan, aunque en diferente grado, una actitud de aceptación o de rechazo de las concepciones filosóficas de los grandes pensadores contemporáneos:  Bergson, con el intuicionismo y su idea del devenir.  Freud, con su teoría del psicoanálisis y de la importancia de la líbido, que tiende a valorar los estados subconscientes del ser.  Nietzsche, con su espíritu de rebeldía contra las creencias imperantes y su defensa de las minorías superiores.  Einstein, con su relativismo que niega la existencia de toda verdad absoluta e inmutable.

 

 

Generalmente se advierte, en todos los movimientos renovadores, una relación de oposición con lo anterior, pero muchas veces la ruptura no es tan verdadera como pretenden los autores de la nueva tendencia.  Generalmente existe al mismo tiempo una relación de continuidad que se desenvuelve paralelamente a la de oposición.

 

En lo que se refiere a los movimientos literarios del siglo XX, sus gestores pretenden una suma originalidad y por lo general niegan su vinculación a las tendencias anteriores.

 

Sin embargo, como señala Monner Sans, la lírica deshumanizada del siglo XX tiene sus raíces en las tendencias literarias de la segunda mitad del siglo XIX.

 

A mediados del siglo XIX, como reacción contra el sentimentalismo de los románticos, la impasibilidad de la poesía descriptivo-pictórica de los parnasianos, negadora de la emoción y del subjetivismo, inició el camino en el sentido de la deshumanización.

 

Luego, la reacción simbolista, poesía al mismo tiempo emotiva y cerebral, no significó u retorno a la expresión simple de los sentimientos, característica del romanticismo, sino que, poseídos por una inquietud metafísica, los poetas simbolistas desentendiéndose de la realidad inmediata, trataron de evocar y sugerir, mediante símbolos, los estados enigmáticas que existen en lo más profundo del espíritu.  De este modo, el simbolismo aspiraba a re-crear la realidad, reflejando en la poesía, no en el mundo exterior, sino otro mundo que está más allá de la realidad.  Por ello en cierto sentido, la poesía simbolista es también una poesía deshumanizada.

 

Existe una relación de continuidad entre las tendencias finiseculares y los movimientos literarios del siglo XX.

 

La simple enumeración de algunos de los “ismos” literarios y artísticos que han florecido desde fines del siglo XIX, basta para darnos una idea de su extraordinaria variedad y complejidad:  naturismo, humanismo, suntuarismo, paroxismo, stintetismo, integralismo, impulsionismo, sincerismo, intensismo, simultaneísmo, creacionismo, luminismo, abstractismo, etc. , etc.

 

El unanimismo es considerado por algunos críticos como el movimiento  inicial de la nueva literatura;  otros lo consideran pre-vanguardista.

 

Son anteriores a la guerra de 1914, el cubismo, el futurismo y el expresionismo.

En 1914, del cubismo se pasa al dadaísmo y diez años después, en 1924, surge el super-realismo que es el movimiento más importante de la post-guerra y que tiene su origen en el dadaísmo.

En conclusión, puede establecerse, un ciclo, una especial relación de continuidad entre el cubismo, el dadaísmo y el super-realismo.