LA BIBLIA

 

La Biblia es el libro sagrado de varias de las grandes religiones de Occidente, pero, pese a esa verdad, la Biblia no es un libro sino una pequeña biblioteca, un conjunto de libros.  El número de libros que acepta cada una de esas religiones varía:  la Biblia Judía comprende 24 libros (o 39, según se cuente);  al hacerse la primera traducción al griego, la llamada “de los setenta”, se incorpora un grupo de libros, los llamados apócrifos (escondidos, secretos, apartados), lo que llevó el número de libros a 45.  La Iglesia Católica aceptó esta selección, el canon alejandrino, mientras que los protestantes optaron por la primitiva selección, el canon hebreo.  A estos cánones, las iglesias cristianas suman los 27 libros del Nuevo Testamento.

 

Aunque se diga a menudo que se  trata de una biblioteca sagrada, no todo el material que contiene es  de carácter religioso.  En sus libros se incluyen censos, genealogías, leyes civiles, actos administrativos o guerreros, municipales o individuales.

BIBLIA, viene del griego Bibliae (plural de Biblos) – libros o rollos de papiro -, este título con que estos libros pasaron a las lenguas modernas, es una mala traducción conservada, tal vez porque ayuda a mantener la idea de la unidad de un volumen que algunas iglesias consideran como la palabra de Dios y no como la obra de hombres sucesivos.

Los hebreos llamaban a sus textos sagrados los escritos, o TNK (iniciales de las tres partes en que los dividían:  Torá, Nebiim y Ketubím), o los veinticuatro, por el número de libros.  En su prédica Jesús se refiere a ellos llamándolos Las escrituras o La Ley y los Profetas.

 

Tanto el judaísmo como el cristianismo reconocen a la Biblia como una pluralidad de libros de valor religioso;  aunque ambas religiones marcan la gran división de la Biblia:  el judaísmo sólo acepta el ANTIGUO TESTAMENTO;  y el cristianismo acepta además del ANTIGUO el NUEVO TESTAMENTO.  El vocablo testamento significa alianza o pacto que es una mala traducción de la palabra griega –diatheke- ;  el error es importante porque en un pacto ambas partes tienen obligaciones y derechos y cada una tiene derecho a exigir el cumplimiento.  De manera que sería mucho más fiel al espíritu de estos libros y tendría más sentido distinguir ambas partes como Antigua y Nueva alianza, o Antiguo y Nuevo pacto.

Esta es la mayor y principal división de la Biblia.  Hay otras, cada TESTAMENTO se divide en libros, cada libro en capítulos y cada capítulo en versículos.  Estas últimas divisiones fueron efectuadas con posterioridad a las fechas de redacción de los originales (los masoretas, eruditos judíos que fijaron los textos del Antiguo Testamento entre los siglos VI y X, tomaron a su cargo la división que ha llegado hasta nuestros días.  Por su parte, los textos del Nuevo Testamento alcanzaron su actual división en el siglo XIII.  De modo que para ubicar una cita, se cuenta con un procedimiento seguro y rápido:  se menciona en primer término el nombre del libro;  luego el número del capítulo de ese mismo libro;  y por último el número del versículo.  Por ejemplo  Ap. 8, 1 : alude al libro del Apocalipsis, en su capítulo octavo y en el versículo primero de ese mismo capítulo.

 

 

 

Antiguo Testamento

 

Se llama así al conjunto de libros que los judíos consideran sagrados y que constituyen la primera parte de las Biblias cristianas.

 

Todos los pueblos trasmiten de generación en generación sus mitos, leyendas, tradiciones.  Pero es singular  cómo, aquellas tribus, desde que eran nómades y pobres lograron conservar, salvar de las migraciones, guerras y diversos desastres, primero, sus tradiciones orales, y después los escritos en que constaban sus orígenes, sus antepasados, sus mitos y leyendas, su historia;  y que finalmente se convirtieron en la historia de más de mil años, de su relación, de su pacto con la divinidad.

 

Se piensa que Judá sobrevivió a la deportación en Babilonia porque en el exilio mantuvo una intensa vida religiosa centrada en sus libros santos.  Ese nexo cultural y religioso hizo posible también que el pueblo judío mantuviera su identidad a través de una diáspora – dispersión – que comenzó muy temprano.  Pueblos mucho más grandes, prósperos, de mayor gravitación desaparecieron junto con su poder político,  su identidad y su cultura, y no han dejado más que ruinas.

Los textos rehechos, completados, entretejidos, adaptados a medida que la situación social, política y religiosa evolucionaba, fueron conservados en rollos de papiro, pergamino o cuero, manuscritos con minucioso cuidado por los escribas, que en su mayor parte escribieron en hebreo.  Escribían de derecha a izquierda, sólo las consonantes, y sin la separación de capítulos y versículos.  Algunos textos están en arameo, otra lengua semita que fue una especie de lengua internacional en el Cercano Oriente, hablada por la mayor parte de los pueblos con que los hebreos estaban en contacto.  Cuando la expansión del helenismo la lengua “universal”, de origen indoeuropeo, es el griego común, o coiné, en la que se escribe la mayor parte de los textos del  Nuevo Testamento.

Fueron conservados en innumerables copias y muchas veces escondidos para eludir la destrucción, la persecución.  Con todo,  no queda ni un solo manuscrito original completo del Antiguo Testamento, el más antiguo que se conserva es del 1008, es decir, posterior en unos quince siglos, a la fijación definitiva del texto de la Torá o Ley en el – V.

 

Los manuscritos que se poseen son los del llamado texto masorético.  Los masoretas fueron eruditos judíos, que, aproximadamente entre los siglos VI y X, se dedicaron a la fijación del texto mediante un sistema de puntos indicaron las vocales que no se habían escrito ni necesitado mientras el hebreo fue una lengua viva.  Indicaron también la puntuación y la acentuación y agregaron notas al margen y entre-líneas.  Fue una obra de siglos, difícil e importante, que fijó lo determinado por una tradición que se perdía.  Pero tuvo también su lado negativo,  porque fueron destruidos todos los manuscritos pre-masoréticos, de los que sólo se salvaron raros ejemplares.

 

 

 

 

 

Nuevo Testamento

 

El cristianismo en todas sus ramas ve en el Nuevo Testamento no sólo la segunda parte de la Biblia, sino el complemento indispensable y la culminación del proceso mesiánico augurado en la Ley y en los Profetas. 

La denominación Nuevo Testamento, designa – paralelamente al Antiguo – la Nueva Alianza celebrada entre la divinidad única y creadora, y su criatura: el hombre.  Esta Alianza Nueva reviste el sentido de una amplificación regeneradora.  Mientras en el Antiguo Testamento, la alianza se verificaba entre Yavé y el pueblo elegido a través de Abraham y se ratificaba por la figura de Moisés;  la Nueva Alianza se establece entre la divinidad y todos los hombres, a través de Jesús, en un pacto que este selló con su propia sangre.

Considerados ambos Testamentos, se advierte que la Nueva Alianza tiene un carácter universal y un propósito salvador, pues la figura a través de la cual se verifica es el Mesías o redentor;  y el destinatario de la redención:  la humanidad entera.

 

El pasaje del Antiguo al Nuevo Testamento, equivale al pasaje del particularismo hebreo a universalismo cristiano.  El protagonista de esta segunda parte bíblica es, por lo tanto, Cristo, cuyo advenimiento, ministerio y muerte funda una nueva religión nacida del tronco de la religión hebrea.  Pero el cristianismo naciente, cuya trascendencia histórica es imposible desconocer, no sustituye a la religión hebrea, la cual persistiría con su pueblo, a pesar de las persecuciones y los genocidios.  Sustituye, en cambio, al paganismo, a la religiosidad del mundo antiguo que irá extinguiéndose a lo largo de la decadencia del imperio romano.  Es el triunfo del monoteísmo sobre el politeísmo greco-latino.