FUTURISMO

 

            

 

Es un movimiento subversivo.  Proclama su hastío y el cansancio de quienes no soportan el peso de la civilización occidental;  busca la libertad, huyendo de todos los contenidos ideológicos y de las representaciones generadas por éstos (impresionismo, expresionismo, cubismo);  se dirige al mundo de la mecánica y descubre que la vida moderna, en sus aspectos más dinámicos (principalmente en los avances tecnológicos), debe constituir un objetivo de atención primordial.

 

El fundador del futurismo, Felipe T. Marinetti, publica su Manifiesto del futurismo el 20 de febrero de 1909, en el cual declara:  “Sabed que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva:  la belleza de la velocidad...Un automóvil rugiente, que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia...  Cantaremos las grandes multitudes agitadas por el trabajo, vibración nocturna de los arsenales bajo sus violentas lunas eléctricas”.

 

Agresivo y sorprendente, con gran capacidad para abrir horizontes nuevos,  Marinetti refunde dos aspectos aparentemente disociados y que, sin embargo, resultan complementarios:  el movimiento intuitivo, la energía vital primaria, y el maquinismo técnico, por el cual el hombre se siente sumido, como el primitivo, no en una “naturaleza” sino en un “mundo de poderes” y es conducido a una suerte de “animismo mecánico”

 

Marinetti pretendió que su revolución alcanzase a todas las artes:  música, pintura, escultura, poesía, teatro y cinematógrafo.  Los pintores y escultores futuristas, intentan captar formas en movimiento y se atreven a usar materiales insólitos:  vidrio, hierro, cuero...,  los arquitectos buscan el efecto estético en el contraste de volúmenes, la relación con el entorno y la adecuación funcional;  emplean nuevos materiales, que producirán importantes cambios en la fisonomía urbana.

 

La literatura futurista está regida por la velocidad, por ejemplo, promociona el “teatro sintético” en el que la acción se desarrolla vertiginosamente (las obras suelen durar unos diez minutos).

 

 

En el “Manifiesto para la literatura” se abogaba por:

 

“Destruir a sintaxis.  Usar el verbo en infinitivo.  Abolir el adjetivo y el adverbio.  Hacer que cada sustantivo tuviese el agregado de otro (con función adjetivadora).  Supresión de la puntuación.  Búsqueda de gradaciones de analogías cada vez más amplias.  Declaración de que en las imágenes no hay categorías.  Consecución del máximo desorden.  Abolición de todo elemento psicológico”.  Además, respecto a la impresión de las obras, el futurismo se pronuncia “en contra de lo que llama habitualmente armonía tipográfica de la página, contraria al flujo y reflujo que se extiende en la hoja impresa.  Hay que emplear en una misma página cuatro o cinco tintas de diversos colores y veinte caracteres distintos, si es necesario.  Ejemplo:  cursivas para las series de sensaciones análogas y rápidas, negritas para las onomatopeyas violentas, etc.”[1]

 

Los hallazgos de Marinetti tienen el valor de ser el precedente inmediato de los movimientos de vanguardia contemporáneos:  del futurismo parten Apollinaire, Tristán Tzara, Vicente Huidobro, y otros escritores;  al decare, dejó un modelo de la  técnica a seguir para crear movimientos nuevos.

 

Filosóficamente, su fundamento está en Bergson y en la pragmatismo.  Desprecian la idea acabada y alaban la acción furiosa.  Como casi todos los ismos que proliferarán en el siglo XX, el futurismo no es sólo un conjunto de ideas estéticas, sino una postura ante la vida.  Sus declaraciones abarcaron desde el Manifiesto de la mujer futurista, al que encara la situación de España, haciendo una apología de la revolución.

 

El futurismo es un intento casi bergsoniano de captar lo más inasible: la durée, el tiempo, el movimiento.  En poesía, los medios para realizar esta dinámica, serían el verso libre y las palabras en libertad.  Proclama Marinetti:

 

“Las palabras en libertad separan netamente en dos la historia del pensamiento y de la poesía humana, desde Homero, al último aliento lírico de la tierra.  Antes de nosotros, los hombres han cantado siempre como Homero, con la sucesión narrativa y el catálogo lógico de los hechos, imágenes e ideas.  Nuestra ley de la palabra en libertad se diferencia de Homero por no contener ya la sucesión narrativa, sino la poliexpresión simultánea del mundo.  Las palabras en libertad son como un nuevo modo de ver el universo, una valuación esencial  del universo como suma de fuerzas en movimiento que se interseccionan en el nivel de nuestro yo creador y se anotan simultáneamente con todos los medio expresivos que están a nuestra disposición”.

 

 

APROXIMACIÓN AL CONCEPTO

 

Como antes se mencionó, el futurismo es la tendencia literaria que refleja, en la poesía, el maquinismo y el dinamismo del mundo moderno.  Cantan el ritmo acelerado de la vida contemporánea y exaltan como belleza suprema la de la máquina.

 

 

 

Las invenciones mecánicas aportan los elementos estéticos que informan la poesía futurista:  la locomotora, el automóvil, el avión, la electricidad, el telégrafo, la telegrafía sin hilos, la radio, el cinematógrafo, etc.

 

Del punto de vista de la forma, los poetas futuristas llevan a sus últimas consecuencias la actitud de ataque contra la gramática, y en especial contra la sintaxis, que preconizada Mallarmé.  Consideran que la gramática sólo tiene en cuenta la expresión de lo racionalmente inteligible, pero que constituye un obstáculo para la expresión de lo puramente sensible.

 

Las palabras –sustantivos, adjetivos y verbos- no deben disponerse conforme a un orden lógico, sino espontáneamente, libremente, desordenadamente, de tal modo que puedan traducir sensaciones, con la misma simultaneidad con  que las recibimos del mundo exterior.

 

Walt Whitman es el precursor del futurismo por su exaltación lírica de la máquina, de las masas trabajadoras, de las grandes ciudades modernas.

Muy significativo en este aspecto es su poema “A una locomotora”:

 

                        ¡Tú serás el motivo de mi canto!

 

                        Tú, tal como te presentas en este instante, entre la borrasca

            que avanza, la nieve que cae y el día de invierno que declina,

 

                        Tú, con tu armadura, tu doble y cadenciosa palpitación,

            tu convulsivo latir;

 

                        Tu cuerpo negro y cilíndrico, tus cobres brillantes como el

            oro, tu acero límpido como plata;

 

                        Tus pesadas barras laterales, tus bielas paralelas, cuyo vaivén

            anima tus flancos a modo de lanzaderas;

 

                        Tu jadeo y tu gruñir rítmicos, que ora se agrandan, ora

            decrecen a la distancia;

 

                        Tu gran reflector fijado en medio de tu negro frontal;

                        Tus oriflamas de vapor que flotan, largas y pálidas, ligeramente

            purpuradas;

 

                        Las densas nubes que vomita tu chimenea;

 

                        Tu osatura bien ligada, tus resortes y tus válvulas, el vértigo

            de tus ruedas temblorosas;

 

                        La procesión de vagones que te sigue,

 

                        A través de la tempestad o de la calma, ora rápidos, ora

            lentos, corriendo sin desfallecer.

 

                        Tipo del mundo moderno –emblema del movimiento y de

 

            la potencia- pulso del continente;

 

                        Ven a secundar la musa, ven a amalgamarte en esta estrofa,

            tal como ahora te contemplo,

 

                        Con la borrasca y las ráfagas que tratan de rechazarte y la

            nieve que cae;

 

                        Con la campana que haces resonar para advertir tu paso

            durante el día,

 

                        Y por la noche, con las mudas linternas en tu frente oscilante.

 

                        ¡Belleza de voz feroz!

 

                        Rueda a través de mi canto con tu música salvaje,

 

                        Con tus linternas oscilantes en la noche,

 

                        Con la risotada de tus locos silbatos y el trepidar de tus

            ruedas que retumban despertándolo todo a semejanza de temblores

            de tierra;

 

                        Nada más completa que la ley que te rige, ni más recta

            (a pesar de sus curvas) que la vía que sigues:

 

                        (La bonachona dulzura no es para ti, ni el lloriqueo de las

            arpas, ni las elegías de los pianos),

 

                        Tus trinos de penetrantes gritos, las rocas y las colinas te

            los devuelven,

 

                        Los lanzas más allá de las vastas praderas a través de los lagos.

 

                        ¡Hacia los cielos libres, desenfrenados, gozosos!

 

Walt Whitman

 

 

 

Marinetti, fundador del futurismo, en 1908;  pretende una revolución total, que se manifiesta en la literatura, en la música, en la danza, en la pintura, en la escultura, en el cine, en la política.

 

Indiscutiblemente hombre de talento, Marinetti incurre en las audacias más extravagantes, en las actitudes más absurdas y paradojales.

Marinetti proponía la destrucción de las biblioteca, de los museos y de las obras de arte.  Sostenía que debía abolirse en la literatura la fusión aparentemente indisoluble entre los dos conceptos de Mujer y de Belleza, sustituyendo esa idea por la de la belleza mecánica, por la

exaltación del amor hacia la Máquina.  La motocicleta es divina –dice-,  la ametralladora es linda y loca.

 

Afirmaba que la guerra es la única higiene del mundo.

 

 

Por otra parte, proclamaba la voluptuosidad de ser silbado.

 

A continuación se transcriben algunas ideas de Marinetti:

 

“Sabed que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una nueva belleza:  la belleza de la velocidad.  Un automóvil con su cofre ornado de tubos parecidos a serpientes explosivas;  un automóvil rugiente que parece correr sobre la metralla, es más bello que la Victoria de Samotracia...  Cantaremos los motores, las multitudes, la vibración nocturna de los arsenales, las fábricas, los puentes, los vapores aventureros, las locomotoras, el vuelo de los aeroplanos...  Queremos traducir en la literatura la vida del motor, esa nueva bestia cuyos instintos generales nos serán familiares cuando lleguemos a conocer los instintos de las diferentes fuerzas que lo componen...”

 

*    *    *

 

“Hasta ahora la literatura ha magnificado la inmovilidad pensativa, el éxtasis y el sueño.  Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, el paso gimnástico, el salto peligroso, la bofetada y el puñetazo”.

 

*    *    *

 

 

 

“Cantaremos las grandes multitudes agitadas por el trabajo, el placer o la revuelta;  la vibración nocturna de los arsenales y de los astilleros, bajo sus violentas lunas eléctricas;  las estaciones y las máquinas y las usinas que despiden humo;  los puentes;  los transatlánticos;  las locomotoras de grandes pechos que piafan sobre los rieles, como enormes caballos de acero;  y el vuelo de los aeroplanos, cuyas hélices tienen algo del tremolar de las banderas y de los aplausos de la multitud entusiasta”.

 

*    *    *

 

“La tristeza de un hombre no es para nosotros más interesante que la tristeza de una lámpara eléctrica que sufre de una interrupción de corriente y llora con agonizante expresión de dolor”.

 

*    *    *

 

Marinetti pretende también fijar las normas a que deberá sujetarse la danza futurista:  la danza del aviador, la danza del cañón, la danza de la ametralladora.  Expresa:

 

“Es necesario imitar con el gesto de los movimientos de los motores, tener un tacto asiduo con los volantes, las ruedas, los émbolos;  preparar la fusión del hombre y la máquina, y llegar así al metalismo de la danza futura”.

 

A continuación se sintetizan los principios gramaticales del futurismo, expuestos por Marinetti en su “Manifiesto técnico de la literatura futurista”

 

     1.            Destruir la sintaxis, disponiendo los sustantivos al azar.

 

     2.            Emplear los verbos en infinitivo, único modo de expresar el sentido de la vida, mediante la intuición, sin que intervenga, el yo del escritor.

 

     3.            Suprimir el adjetivo, pues el atribuir matices al sustantivo supone una pausa, una meditación, lo que es incompatible con nuestra visión dinámica.

 

     4.            Abolir la puntuación.  Para indicar ciertos movimientos y direcciones, utilizar los signos matemáticos y los musicales.

 

     5.            Todo orden es un producto de la inteligencia reflexiva.  En consecuencia, hay que orquestar las imágenes disponiéndolas conforme al máximo desorden.

 


 

[1] J.E. Cirlot:  Diccionario de ismos