DEL RENACIMIENTO AL BARROCO

 

 

 

Aspectos religiosos

 

En un principio predomina la doctrina del holandés Erasmo de Rótterdam, que propugnaba una vivencia interior de la religión (lectura e interpretación individualizada de la Biblia, oración mental, etc),  en contra de las formas de culto,  siguiendo los cauces de la reforma protestante.

Más adelante, se produce el triunfo de la Contrarreforma, a partir del Concilio de Trento, que rechaza y persigue el eramismo e  impulsa el catolicismo.   Es la época de auge de la literatura religiosa,  de la ascética y de la mística.

 

 

LOS GRANDES TEMAS:  el amor, la muerte y la naturaleza

 

EL AMOR

 

El petrarquismo:  la idealización del amor

 

La concepción del amor en el Renacimiento tiene como punto de partida a Petrarca, poeta italiano del siglo XIV, quien, en su “Cancionero”, modelo de poesía amorosa, canta a Laura, una mujer casada que nunca le correspondió, pero a la que siguió amando incluso después de muerta.

 

Petrarca reúne dos filosofías del amor muy próximas: el amor cortés y el neoplatonismo.

 

ð      Amor Cortés:   es un amor imposible, inalcanzable, dirigido a una dama a la que se considera superior, a la que se diviniza y con la que se establece una relación de vasallaje;  es un amor no correspondido, que nunca puede consumarse, por lo que está condenado a permanecer secreto.  El rechazo de la amada produce un intenso dolor en el enamorado, sufrimiento al que se une una cierta complacencia en el goce de amar, dado que el amor ennoblece.  Será, pues, un sentimiento lleno de contradicciones, como queda reflejado en gran número de poemas.

 

ð      Neoplatonismo:  según esta filosofía, el mundo es un reflejo de la belleza suprema, y el hombre, desterrado en el mundo, debe aspirar a alcanzar la absoluta felicidad, una anticipación de la gloria divina a través del amor y de la contemplación de la belleza.  Así, el amor es un camino que conduce hacia Dios, una fuerza que eleva a lo absoluto, a la verdad suprema.

 

Ambas tradiciones comparten como tema central la idealización del amor, sentimiento supremo;  de esta idea principal se desprenden otros temas íntimamente relacionados con ella, que aparecerán primero en la poesía del Renacimiento pero que, en líneas generales, tendrán una continuidad en el Barroco, exceptuando algunas novedades.

 

La idealización de la amada

 

La belleza de la dama es un reflejo de la belleza y de la armonía divinas (“divino amor”, “tesoro celestial”, “templo sagrado”),  por ello, uno de los primeros tópicos de la poesía amorosa es la contemplación de la amada, llevada a cabo a partir de los rasgos convencionales característicos del ideal de belleza femenino de la época:  cabello dorado, ojos negros o verdes, tez pálida, mejillas sonrosadas, dientes blancos, etc.  De estos rasgos, que se repiten en todos los poetas de estos siglos, hay que destacar la importancia de los ojos y la identificación frecuente de la amada con la luz, de modo que la ausencia de ésta produce oscuridad y niebla, imágenes que representan el dolor del amante.  La imagen de la luz se identifica también con el reflejo en la amada de la belleza divina.

Dado que el amor es un sentimiento contradictorio, esa luz tan pronto es fuego como hielo, tan pronto cura como hiere, tan pronto da vida como da muerte.

 

El sufrimiento del enamorado

 

El desdén o la ausencia de la amada provoca el sufrimiento del enamorado.  La mayoría de los poemas de amor de estos siglos reflejan ese sentimiento de dolor, que se acentúa sobre todo en el Barroco, donde amor llega a identificarse con sufrimiento, si bien en otros poemas se convierte en el elemento que da sentido a la vida, que la suaviza ante la inevitable llegada de la muerte.

 

Ese sufrimiento puede estar motivado por diferentes causas:

 

El rechazo amoroso o la falta de esperanza, que, al mismo tiempo, son la clave del sentimiento amoroso, pues, no se puede concebir el amor sin el desamor.

 

La muerte de la amada, sufrimiento que lleva al enamorado a ansiar su propia muerte, como liberación para ir a reunirse con la amada.   Este sufrimiento se veía atenuado con la pervivencia del amor después de la muerte en el alma, en el recuerdo del enamorado.

 

El engaño del amor  o de la amada;  uno de los tópicos petrarquistas que se acentúa con la llegada del Barroco es el del engaño.

El engaño de la imaginación, de los sentidos, de los sueños (tema que encontramos en Boscán);  es frecuente que el enamorado sueñe que ve a su amada o que está con ella, o que su amor es correspondido – pues únicamente en sueños puede darse tal situación -, pero siempre se produce el duro despertar, el desengaño, tema típicamente barroco.

 

El goce de amar

 

Siguiendo el modelo petrarquista, es necesario sufrir para alcanzar la dicha de amor.  El amor se convierte en la razón de la existencia.

Por ello, no hay que intentar escapar de ese goce-sufrimiento, pues el  propio destino conduce sin remedio a él.

 

El  amor sensual frente al amor ideal

 

El amor petrarquista se basa fundamentalmente en un amor idealizado, imposible, debido   a  que la amada casi siempre es una mujer  casada.   Pero al hombre renacentista, caracterizado por el  vitalismo, le  atrae también el goce sensual  de la belleza de la amada, lo que provoca un conflicto entre deseo y razón,  que conduce al   dolor, al sufrimiento.  Así pues,  dentro de los cánones renacentistas el amor físico, sensual, quedaba excluido en líneas  generales. 

Sin embargo, tal contradicción es en efecto sólo aparente, dado que en el fondo de esos poemas existe una preocupación que va más allá de la relación física y que encaja dentro de los ideales neoplatónicos:   la aspiración  de los enamorados a la perfecta unión completa debido a la materialidad de los cuerpos, que impide la  unión de las almas.  Encontraremos esta misma idea en el amor místico,   donde la vida  es un obstáculo para la unión espiritual con Dios.

 

 

El amor divino

 

Durante la segunda mitad del siglo XVI, en la época de la Contrarreforma,  se incrementa  la producción literaria religiosa con dos modalidades:  la ascética y la mística.

 

La ascética  representa el trabajo, el esfuerzo personal del hombre para alcanzar la máxima perfección del espíritu, la purificación moral, mediante el dominio de las pasiones y la práctica  de las virtudes.

 

Para los ascetas el amor humano es una pasión