CONTENIDOS TEMÁTICOS DE LA CIENCIA FICCIÓN

 

        

Alguno de los temas principales de la ciencia-ficción, tales como la paradoja espacio-temporal (Heinlein), las mutaciones orgánicas del ser humano (Simak y Kuttner), el enfrentamiento con sistemas filosóficos y formas de razonar desconocidos (van Vogt), la utopía política de carácter pesimista (Bradbury), o el mundo de los robots (Asimov).

 

Para facilitar un esquema de aquellos contenidos temáticos que con más asiduidad trataron los escritores de ciencia-ficción de la primera época. Según acudamos a uno u otro crítico o estudioso del género, el número de temas se reduce o se amplía de forma sorprendente. Esto no es más que el resultado de la utilización de términos más o menos generales. Así, por ejemplo, el término «técnica» puede abarcar dentro de sí una temática que incluya desde los robots hasta las naves espaciales.

 

Nosotros optaremos por una clasificación de ese tipo dejando a la inteligencia del lector la creación de subdivisiones que completen el cuadro. Y nos parece que de entre aquellas que cumplen la labor de síntesis a que aludíamos de forma más precisa está la de J. Ignacio Ferreras, contenida en su obra La novela de ciencia-ficción.

 

Según Ferreras, que antes de dar su opinión hace algunas consideraciones sobre la selección del

crítico francés Jean Cattegno, así como las del inglés Ray Amis, los tres apartados que incluirían dentro de sí todas las posibilidades temáticas de este género son las siguientes:

 

—Ciencias y técnica.

 

—Extraterrestres y mundos paralelos.

 

—La conquista del tiempo.

 

 

EL PESIMISMO COMO DENOMINADOR COMÚN

 

Debemos señalar un rasgo que caracteriza a casi todas las obras: su pesimismo sobre el futuro de la humanidad.

 

Este pesimismo, que se atenúa o desaparece en los autores de los países del este de Europa, suele estar justificado por una desconfianza de orden político más que por un rechazo hacia los avances de la ciencia. En efecto, el escritor de ciencia-ficción disfruta con el conocimiento de los descubrimientos científicos y, sobre todo, con el material especulativo que éstos ofrecen a quienes viven de las ideas, pero desconfía de la aplicación práctica de tales avances, aplicación que en última instancia escapa del control del investigador para pasar a manos del político.

 

Estos autores han comprendido más que nadie hasta qué punto estamos inmersos en un cambio cuyas últimas consecuencias, de no corregirse el actual estado de las cosas, no dejan de describir en sus relatos. La tendencia hacia la autodestrucción parece formar parte constitutiva del ser humano y de sus representantes políticos. Ahí están para demostrarlo los numerosos misiles que desde un lado u otro del planeta nos apuntan a la espera de que algún loco apriete por fin el botón que los haga funcionar.

 

El regreso a una especie de Edad Media como consecuencia de una explosión nuclear ha sido descrito ya por numerosos novelistas. Y según el pensador italiano Umberto Eco, ese regreso se puede dar de todos modos sin que medie tal clase de catástrofe. Bastaría tal vez con que ciudades-monstruos como New York, sometidas a un crecimiento tumoral, permaneciesen sin energía eléctrica durante un par de semanas. El encadenamiento de sucesos terribles a partir de un hecho como ese, que a simple vista puede parecer trivial, conduciría finalmente a los ciudadanos a matarse entre sí por un pedazo de carne.

 

Y, sin llegar a sucesos tan espectaculares, la simple visión de un mundo donde el control de los

 individuos alcance el grado de 1984, la novela de Orwell, o de Fahrenheit 451, de Bradbury, ya es lo suficientemente aterradora como para prestar más atención a este género, alguna de cuyas predicciones se han cumplido con creces.

 

 

(Extraído de: Juan José Millás,

Introducción a “La máquina del tiempo”)